Su trayectoria profesional comenzó de la mano de Lúcio Costa, el gran arquitecto brasileño del Movimiento Moderno. Recibiendo posteriormente importantes encargos.
En 1940, recibe es nombrado para realizar un desarrollo urbanístico en el norte de la ciudad de Belo Horizonte y apuntó su nombre para mayores proyectos. Su desarrollo profesional fue adquiriendo gran relevancia, colaboró con Le Corbusier, descubriendo las posibilidades de un material de construcción nuevo llamado hormigón armado, participó en el proyecto para la sede de la ONU en Nueva York, levantó la Torre Copan de São Paulo, uno de los grandes hitos de la ciudad.
En su arquitectura hizo uso del hormigón armado consiguiendo formas y curvas libres, volúmenes simples y limpios, siempre relacionados con el exterior, con la naturaleza.
Un golpe de estado producido en su país, le lleva al exilio en París, donde siguió ejerciendo su labor en el mundo de la arquitectura. Ejemplo de ello fue la sede del Partido Comunista de Francia en París.
Llegados al año 1988, recibe el premio Pritzker de arquitectura como coronación a toda su trayectoria. Lejos de que este premio pudiese ser el colofón a su legado, siguió llevando a cabo relevantes proyectos, como muestra de ello el Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi, en Río de Janeiro.
En 1992, recibe el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, que sería el enlace para realizar más tarde el Centro Cultural Internacional en Avilés.
“No es el ángulo recto que me atrae. Ni la recta, dura, inflexible, creada por el hombre. Lo que me atrae es la curva libre y sensual. La curva que encuentro en las montañas de mi país. En el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, las nubes del cielo, el cuerpo de la mujer preferida. De curvas está hecho todo el universo. El universo curvo de Einstein”. (ON)